mudos cómo el torbellino se llevaba los vestigios del pasado camino del ancho mar. --Hombre de dios, ¿qué ha hecho usted? --dijo el anonadado profesor. --Crea, si quiere, que estoy loco. Muy pocos diferirán desudictamen.Perosienalgoapreciaalas dos señoritas que entre la paz de estos castos muros reposan, no le cuente a nadie lo que me ha visto hacer ni vuelva a relatar la pesadísima saga que acaba de