mi descargo que conservé en todo momento la sangre fría y que ni los elegantes viajeros que compartían conmigo el aeroplano ni la opípara bien que severa azafata que nos mantenía a raya se apercibieron de mi turbación ni de los negros presagios que la imaginación me iba presentando a examen. Procurécomportarmecomoelmásconsumadodelos pasajeros y pasé la mayor parte del vuelo tratando de provocarme el vómito para no desdeñar la bolsita que alguien había colocado a tal efecto delante de