adorada esposa había decidido marcharse, por los motivos que fuera, y que no tenía la menor intención de regresar al hogar. Juzguen ustedes mismos mi desesperación. Y la mía al comprender que aquella paliza no había llegado aún a su fin. Me sentía destemplado: nohabíacomidonadaentodoeldía,mehabíandrogado, había tenido que resucitar a una muerta y, para colmo, tenía que soportar en calzoncillos la humedad del amanecer que ya empezaba a anunciarse