de debutar con mi primer amante de veinte años. A mis cincuenta y pico, bidivorciada y millonaria, ¿qué más puedo pedir? Al pobrecillo le encantan mis senos rellenos de silicona... Casi siempre... ¡me siento tan sola! Los lugares dondesehasidofelizsiempreconservanalgodeesafelicidad. Esta casa nunca estará vacía para mí. Ni solitaria. Ni fría... Oigo nuestras voces infantiles, las notas del piano... (Vuelve a sonar el Andante de la Sonata 331, de Mozart.