y a leña quemada y el ladrido sincopado de algún perro. Unas bombillas sin pantalla que pendían de cables tendidos entre tejado y tejado y que el viento bamboleaba a su antojo proyectaban una luz cenicienta que hacía revolotear sombras fugaces en los girones de niebla. --Fíjenseustedes--comentódonPlutarquete-- qué de rincones pintorescos encierra nuestra geografía. Sin prestar la menor atención a sus simplezas, aparcamos el coche delante de la taberna y entramos a preguntar dónde estaba el monasterio
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