nuestras urbes tanta congoja sembrando, debía de tener muy atareada a la policía esa noche en concreto, porque no fuimos sorprendidos, como yo temía que ocurriera, mientras bajábamos el delatante fardo en el ascensor, hacíamos con él en volandas la travesía del zaguán y la calleynoscolábamosalachitacallandoenelportal de la casa de don Plutarquete, a cuya puerta tocamos con sigilo y pertinacia. --No se inquiete usted --me apresuré a decir cuando por fin