los policías que el comisario Flores había apostado la noche precedente o quienes los hubiesen relevado. Convencido de que sólo las fuerzas del orden y no las del mal rondaban por allá, me metí en el lavabo de caballeros y, con gran perplejidad por parte de quienes en aquellugaraliviabansusmetabolismos,saquédela manga del quimono tres huevos que habíamos comprado de camino y me los estrellé en la cara con miras a dar a mi cetrina tez un tinte más acorde