a casa de la Emilia. No era allí donde quería yo ir, pero tampoco tenía pensado otro destino, por lo que no me esforcé en hacerle cambiar de ruta. Sí, en cambio, seguí diciendo: --Para lo cual te sometió a una estrecha vigilancia, advirtiólaprontitudyasiduidadconqueyote rondaba y se barruntó ser yo un agente del Caballero Rosa. Aprovechando nuestra ausencia hizo que sus secuaces, apodados Hans y Enrique, registraran tu