periódico y era ya noche cerrada cuando localicé a mi hermana. Estaba apostada junto a una farola a la espera de que cayera algún cliente, cosa que no parecía de inminente acontecer, pues hasta los más encallecidos puteros cambiaban prudentemente de acera para evitar sus envites.Unperrovagabundoacudióaolisquearlelos pantis y se alejó ululando calle abajo. Siempre al socaire de mi periódico, me aproximé a ella por detrás y le susurré al oído: --No te vuelvas ni