había un camión sin ruedas y varias motos en diverso grado de mutilación. Y al otro extremo de este emporio tecnológico había otra puertecita, por la que salimos a la calle Tallers y, en ella, a la luz del día. Unavezenlacalle,Hansmeaferróconmásfirmeza el brazo y el cojo se me colgó del otro, con lo que tuve que descartar cualquier proyecto de fuga que pudiera haber concebido. Así llegamos a la calle Ramalleras