con velocidad creciente y el aparato empezó a despegarse del suelo con gran espanto por mi parte y, a juzgar por la cara que ponía, del comisario Flores también. Miré hacia abajo y vi al cabo convertido en un soldadito de plomo, salvoporelcapote,quesearremolinabamovidopor el vendaval que levantaba el helicóptero. Pronto la niebla que nos envolvía lo sepultó y ya no vimos nada hasta que nos hubimos alejado y pudimos contemplar un cielo límpido y estrellado