recortaron las siluetas de dos matones de elevada estatura y anchos hombros, que llevaban las respectivas cabezas cubiertas por sendos capirotes. Me puse de espaldas a la puerta, abrí el maletín, encendí varias cerillas a la vez y apliqué lallamaalosbilletes,quesepusieronaardercomo sólo el papel bien sobado sabe hacerlo. Al darse cuenta de lo que acababa de hacer, los dos esbirros se me vinieron encima. Cerré la tapa del maletín,