lo verídico o no verídico, lo real o lo inventado de la trama es absolutamente indiferente, y alegar lo verídico de los hechos imaginariamente reconstruidos para defender la legitimidad de una ficción es, en rigor, del todo improcedente, porque implica el equivocado correlatodequesilaficciónrepresentasesucesosinventadoshabríaque dar por bueno el alegato en contra. Si las ficciones pudiesen realmente ofender, ¿cuántos cuerpos, agrupaciones o estamentos no menos beneméritos podrían ponerse a reclamar, frente a las siempre viles, insidiosas y