en la mera idea de Mal Supremo -sumo y último daño y amenaza, al que todo otro mal se ha de ver subordinado-, viniendo, por tanto, a alzarse en único legítimo jinete del Apocalipsis. Así, hasta con espectrales fantasíasdel"díasiguiente",nosereparaenprestigiarydeificarlaautorida de la Catástrofe, como si ésta no proyectase ya tenebrosa, mortal, horrenda sombra sobre el cada vez más intensa y anticipatoriamente condicionado "día anterior".