inadvertida y parcialmente, a la voz del tentador. Mas, como quiera que sea, es a partir de Nicea cuando ya no hay duda de que el tentador del monte, el Príncipe de Este Mundo, cumple su promesa y abre la ciudad. Cuando,comohoyendía,laIglesiacatólicaprotestacontracualquier intento por parte de los poderes terrenales de dejar de sujetar sus propias leyes a la moral cristiana es quizá a los compromisos recíprocamente contraídos en el concordato de Nicea a lo que en última instancia se hace