cuando hubiera podido fundirlos la modorra del calor, Pedro Vicario estaba tan cansado que no podía permanecer tendido en la cama, pero el mismo cansancio le impedía mantenerse de pie. El dolor de las ingles le llegaba hasta el cuello, se le cerró la orina, ypadeciólacertidumbreespantosadequenovolvería a dormir en el resto de su vida. "Estuve despierto once meses", me dijo, y yo lo conocía bastante bien para saber que era cierto. No pudo almorzar.