excelencia, al hacer a María medianera de la gracia. En María, pues, el cristianismo ha dejado dignificado para siempre, y en lugar altísimo, el oficio de abogado defensor: abogada de todos los pecadores, sin acepción de unos ni excepción de otros.¿Seráprecisoinvitaranuestrocristianodiputadoaquedejede honrarse, ni aun en ficción retórica, de no haber hecho aquello que María se digna levantar y mantener como su más alto título de honor? Se dirá que no hay que revolver lo terrenal con lo celeste y que por riguroso que