en un infantilismo que, con el correr de los años, perdía todo poder de seducción y se volvía sencillamente anacrónico. Nada más grotesco que los mohínes y atuendos aniñados de aquellas hijas de familia ya entradas en años, en inquieta búsqueda del cobijo de una sombra más fuerte. Avizorandoperpetuamenteaquellasombradelnoviofugitivo,que se desvanecía como un espejismo, se veían condenadas a aceptar empleos mediocres que no sabían desempeñar bien, a reconcomerse envidiando a las amigas y a seguir ensayando delante del