cualidad; casi tan sólo se dice ya sí o no, como Cristo nos enseña y como corresponde al laconismo militar de nuestro estilo. O, más bien, sólo no, pues el acto de afirmación, que les es tan característico, carece de luz propia, yelefectoópticodeunresplandorsóloselograllevandoalabsoluto la negrura de las tinieblas exteriores. Al propio tiempo, y para el mismo efecto, el límite divisorio tiene que ser neto, sin graduación alguna, de suerte que los otros tienen que ser todos igualmente otros, igual de absolutamente