huesos en Colliure, y sobre todo que no debe su sepulcro a algún anónimo e indiferente azar administrativo, sino al personal impulso de piedad de una mujer francesa, y comprender que ni aquella última huella de su vida tiene por qué ser borrada ni tan tierno actodehospitalidadpostreramereceserdeshecho,sinoperpetuado.Por lo demás, Colliure está tan cerca que la breve y grata excursión no viene más que a aumentar el incentivo y estimular el apetito para los fervorosos jubileos de la fauna necrófaga española. Pero lo último que se está urdiendo