Betina se sorprendieron al ver que las grandes puertas se encontraban cerradas por dentro. Lo habitual era que estuviesen descuidadamente abiertas de par en par. El perro seguía ladrando, empapado por la llovizna, cuando Jano echó una mirada por una de las ventanas del cobertizo. Notardóenretirarsemuypreocupado.Bajo la luz triste de una sucia bombilla, sobre el suelo de tierra apisonada, había visto tumbado el cuerpo de Adriana. Podría decirse que dormía, de no mantenerse