a orillas del lago de Como, entre Lenno y Menaggio. Recordarás, Francesca, que no nos sentimos nada entusiasmados con aquella invitación. Primero, porque no hacía mucho tiempo que nos conocíamos. Era la primera vez que salíamos juntos de la ciudad paraunaexcursiónyhubiéramospreferidohacerla solos, sin las bromas y la dispersión del grupo de amigos que nos acompañaban. Pero Patrizia había insistido con aquel entusiasmo suyo tan exaltado, de tal manera que acabamos aceptando