. También la enredadera trepadora del cobertizo del embarcadero iba perdiendo sus hojas y el lugar se llenaba de abandono. Quienes amaban los paseos rehuían cada vez con más frecuencia la orilla del lago, sus vientos que sacudían furiosamente las ramas y las iban desnudando. Losescasosresidentesdelbalneariopreferían ahora los paseos por los abrigados senderos de los montes de los alrededores, entre los pinos y los abetos. Sólo tras la cena -inhóspita afuera la noche del jardín- formaban grupo