Texto contextualizado: |
Decir de un chico que «daba la mano floja» era el peor presagio. El término medio ideal, aunque nadie lo hubiera definido con exactitud, se percibía inmediatamente, suscitando una aprobación instantánea. «¡Qué bien da la mano!», se decía. El que daba bien la mano, aunque se la diera igual a todas las mujeres, lograba trasmitir, a veces con la alianza de la mirada, la sospecha de que aquel contacto era especial e irrepetible. Al momento de la presentación podía haber precedido otra |
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