la mirada viril-. Yo, bueno, me defiendo. Y la Rusca está achantada, ¡como le falló aquel mordisco!... No te preocupes, hoy no piemso desmayarme. -Mejor -sigue ella la broma-. No me gusta llevar hombretones en brazos. -Prefieresqueloshombrestellevemosati, ¿eh? Pues no me provoques... -¡Ah, Bruno, Bruno! -exclama feliz-. ¡Qué -alegría, oírte tan guerristón!