Texto contextualizado: |
, le rindiera ciega pleitesía El 20 de mayo de 1939, recién terminada la guerra, ofrendó la espada de la Victoria al cardenal Gomá, quien agradeció con sentidas palabras aquel «gesto nobilísimo de cristiana edificación», mientras el cardenal Eijo Garay, presente en el solemne acto, declaraba, con el botafumeiro en la mano: Nunca he incensado con tanta satisfacción como lo hago con Su Excelencia. Así se iniciaban los bombos mutuos y los mutuos inciensos de aquel incipiente idilio |
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