frente al caballete en el que había un cuadro de escasas dimensiones cruzado aquí y allá por suaves manchas blanquecinas. ¿Pintaba lo que veía en su imaginación o sólo interpretaba aquel paisaje abstracto y absurdo que había detrás del ventanal: la cortina grisácea y persistente delalluvia?Petergirósobresuasiento,diolavuelta sin levantarse y le ofreció a Jano aquella sonrisa generosa y natural, tan suya: --¡Vaya tarde, amigo! Pasa, pasa y siéntate ahí en