los tuyos, bien perfilados y ligeramente carnosos. Incluso aquella muchacha me confundió doblemente, pues se volvió hacia mí y me miró durante unos segundos, como si me reconociese; pero luego continuó imperturbable su recorrido. Yo no tuve más remedio que olvidar cuanto habíavistoyengañarmecontemplandootroslabios, los de las Vírgenes de Giovanni Bellini, pintor que tan bien estaba representado en aquel museo. ¿Y aquella alumna pálida y ojerosa que se quedaba retraída en las últimas