los esqueletos y los descarnados personajes. Entonces se oía una música de huesos y de chirridos estridentes. Entonces sí que le pareció reconocer la música que sonaba. ¿No era la terrible música de Shostakóvich, la que oyó en la noche de Valbosco, cuando las estrellasdelfirmamentocontendíanconlasluciérnagas de los prados? Seguía haciendo un esfuerzo inmenso para reconocer las melodías, pero nunca acababan siendo las que él creía. Se esfumaba la Danza Macabra, la fúnebre rueda