Gran Ausente» y de erigirse en heredera de su partido, se aproximó más al tipo de la «novia eterna» comentado en el capítulo anterior que al de la solterona. Tenía unos ojos redondos y algo tristes, de mirada más obsesiva que espabilada, pueslapólvorasedemostróquenolahabíadescubierto. Pero no era fea. Ni tampoco se dijo nunca de ella que fuera mala persona. José Antonio, como buen señorito andaluz, fue siempre abiertamente contrario