como la rosa, que por más cuidados que le dedique el jardinero, jamás podrá convertirla en clavel..., nunca cambiarla de especie. El Estado se sentía en la obligación de velar por la conservación de esa especie y por la integridad moral de las provincianas quesedesplazabanaotraciudadmásimportanteparaemprender una carrera universitaria. Las residencias para señoritas, traspasadas de ese celo, tenían en sus estatutos y en sus horarios cierto tufillo de colegio de monjas. Dependientes del Ministerio de Educación