para alejar la pregunta de sus pensamientos. El rostro de ella se multiplicaba en su mente como en un caleidoscopio y temió estar tan cerca de la locura que incluso mordió sus labios para no delatarse.) Un silencio sepulcral le envuelve; no hay eco del grito sihagritado.(Enúltimainstancia¿quéteníaque ver con ella? No era su amante, ni su confidente, ni siquiera una amiga constante. Maldecía desesperado la hora en que aceptó ocupar su tarde con