el rostro del hombre. En sus pupilas se refleja la vibración constante de la luz blanquiza, dos diminutas cajitas titilando en una mirada opaca, melancólica. El parpadeo es el único movimiento en un gesto impasible, en la quietud del cuerpo. Sin embargo, elhombrepiensa,rodeadoporlassombrasdela madrugada. Piensa en ella, en la amiga querida, y la mente se niega a avanzar un paso más; el camino está cerrado y sólo permanece en su cerebro