lúcidas y majestuosas de una inocua borrachera. Pero en todo caso aquello lo dijo esa noche y, por alguna causa imposible de rastrear en sus memorias, él y ella lo recordaban con las mismas palabras. Algún día tendría que intentar entender porquésóloesasvueltasacasameguiaban hasta las piezas de Ravel. Vuelves a casa bien mamado y allí espera el viejo Ravel, paciente y despierto como tu propia madre. Qué figura tan vieja y despeluchada. Ahora que