agüilla en sus ojos. Acercó la mano a los ojos con gesto de cegato; después lamió la herida. Un golpe de tristeza le empujó dentro de la habitación. Los visillos del ventanal están descorridos. La luz plomiza del exterior baña la sala consosiego.Losvolúmenesseapelmazancada vez más bajo el grisáceo resplandor --o quizá la vista nublada les hace diluirse en la penumbra, sobre la alfombra de dibujos cenicientos y pardos entrelazados. Se deja caer en