revestía en momentos así, siempre que se negaba a revelarme algo, de una gravedad que me irritaba. Su rostro adquiría un aire trágico. Era como si desde muy lejos se le hubiera impuesto la sagrada obligación de ocultarme algo. --¡Estásmintiendo!--legritéirritada.Noestabadispuesta a permitirle que me tratara como a una ignorante en un asunto en el que, indudablemente, yo era la protagonista y no ella, pues por más que se empeñara en mostrarse