el palco. Una soprano empezó a cantar: Vieni, deh, vieni y Daniela, como fascinada, se volvió hacia el escenario y me dio la espalda. Injustamente, sin duda, pensé que la mujer de mi vida, al cabo de una separación interminable,mehabíaconcedido(creoquelapalabra adecuada es prestado) su atención por menos de un minuto. Lo más extraordinario, tal vez lo más triste, era que yo reaccionaba con indiferencia. Tan