--Yo no las tengo todas conmigo --dijo, en broma, Rugeroni. --Hombre de poca fe --dijo Marisa. --Muerto el perro se acabó la rabia --dijo el comisario. Caminando con soltura, aunque estaban abrazados, loacompañaronhastalagalería.Lovieronalejarse, con la bicicleta. Cuando entraron en el chalet y cerraron la puerta, oyeron un rumor inconfundible.