la vuelta sin verlo. Una discreta indagación, a través de conversaciones aparentemente casuales, me persuadió de que nadie consideraba la visita al sector Este como un acto de arrojo. A unos doscientos metros del hotel, tomé el ómnibus, queyaestabarepletodeturistas.Meacuerdo de que pensé: «Mientras no me aparte de este rebaño, nada me pasará.» Conseguí el último asiento libre. A mi lado iba un hombre de ojos vivaces, de