le una carta a una persona cuyo rostro nunca se iba a conocer, en una aventura clandestina, casi tan excitante como la de ponerse un disfraz de carnaval. La complicidad que se establecía mediante aquella correspondencia fomentaba el gustoporlosecreto,yesnaturalquefueramásapetecidaporlas mujeres, ya que proporcionaba desagüe a sus ansias de confidencia -no siempre satisfechas- de que hablamos en el capítulo anterior. Las periodistas anónimas encargadas de aquella sección fija eran