dejación de responsabilidades en manos de la futura mujer. Sobre ella había de pesar, aún antes de llegar a ser madre ni saber con qué se comía eso, la tarea de encauzar por el camino del bien al posible novio descarriado, de cargar con susextravíossindejardeamarleysindejarsearrastrarporellos. Los riesgos de esta difícil labor de la amante-misionero se presentan en algunos textos de la época como uno de los alicientes más heroicos del noviazgo: