no podemos hacer nada más que interpretar mejor o peor lo que los hombres han hecho. Eso sí, nos quedaba a las mujeres el inmenso consuelo de nuestro pequeño «ingenio mecánico», de nuestra dulzura ante las torpezas o asperezas de aquellos grandullones, a las que generalmente sealudeconunaclemenciaquetienemuchodematernal. Y con esto volvemos, que tendremos que volver muchas veces, al tema de la sonrisa como panacea: Sonríe dulcemente sin enfadarte... y diles cuantas veces necesitan