del uso del tabaco, tuvo un peculiar matiz que rebasaba los límites de la moralida para incidir en otro campo tanto o más digno de defensa: el de las esencias mismas de una feminidad que había de ser cuidadosam delimitada. Todavía en los años sesenta, cuando ya sehabíaimpuestoesteatuendoporsucomodidad,coleabanlas diatribas que se negaban a admitirlo. Y es muy interesante reproducir algunas de las razones invocadas. Ante la extensión cada vez mayor de los pantalones femeninos