como homenaje a la sabiduría de quien la inventara «para desengañar al vulgo», como diría el padre Feijóo. Se daba por supuesto, efectivamente, que ninguna mujer podía acariciar sueño más hermoso que el de la sumisión a un hombre, yquesidecíalocontrarioestabamintiendo. La vida de toda mujer, a pesar de cuanto ella quiera simular --o disimular--, no es más que un continuo deseo de encontrar a quien someterse. La dependencia voluntaria, la ofrenda