sus hermanos si no dejaban su ropa bien doblada o tenían el cuarto revuelto. Y eran cosas -según se apostillaba siempre- que se les decían por su bien, para que el día de mañana supieran mandar en su propio territorio, no presentar almaridohechounadán,retenerlo,ysobretodotransmitir a sus hijos la antorcha del orden. Porque de mayores ellas tendrían hijos, como sus mamás, hijitos sonrosados que les traería la cigüeña envueltos en un hatillo y a los que habría que tener