se, como ya ha quedado bien claro, también estaba bastante claro que a la consecución de aquel propósito no la ayudaba mucho la lectura asidua de las novelas rosas, totalmente tergiversadoras de la realidad. La novela rosa -escribió una autora que, por otra parte, no sealejódemasiadoensusargumentosde«lorosáceo»-,es algo llamado a desaparecer por absurdo. Es un pomo de veneno en manos femeninas. La novela rosa acaba siempre donde comienza la vida: en el matrimonio.