una mujer decente. Solamente otra de la misma condición podía calibrar el mérito de aquellos clandestinos preparativos. Aquel cepillar, planchar y quitar manchas a puerta cerrada, aquel extender cuidadosamente las ropas sobre la cama, aquella delicada tarea desentarseencombinaciónaponerselasmedias,ajustarlasal pie e írselas subiendo despacito para no deteriorarlas con las uñas, hasta prenderlas en los broches de la faja; y luego procurar que el vestido, al entrar por la cabeza, no deshiciera la armonía de