que las obliga a veces a recurrir a medios deshonestos para hacer frente a la vida . A la prostitución clandestina -la única verdaderamente perseguida- se le achacaban mayores estragos que a la practicada en los lupanares, tan tolerados que se llamaban «casas de tolerancia». Estosseadmitían,conunoptimismoatodaslucesinconsciente, como un mal menor y transitorio y se juzgaba su abolición como un ideal más o menos próximo hacia el que hay que tender en todas las formas posibles. A este ideal nunca se