ni siquiera invocando una razón tan noble como la de su afición a los libros, conseguía prestigiar su tendencia a la soledad. Ahí estás. Encerrada en casa toda la tarde con la «alegre» compañía de esos letárgicos libracos, mientras tus pobres amiguitas sedesesperanviendoquenoacudesalguatequeprometido. ¡No las mires con esa cara de horror! Están hablando de modas y de la belleza de Peter Lawford. ¿Por qué no? ¿No las encuentras femeninas?