alcance de sus límites era muy indefinible. Había que dar pie, pero ni tanto para que la chica que lo diera fuera tenida por una «fresca» ni tan poco que su intención pasara desapercibida. Logrando la proporción adecuada se animaba, al parecer, al desconocido aqueabandonasesucondicióndetalypasaraalade conocido, decidiendose a buscar a alguien que hiciera la presentación. Ilusionarse por alguien cuya mano no se había estrechado todavía era andarse por las ramas.